sábado, 19 de mayo de 2012

San Telmo, Monserrat, Buenos Aire, Argentina.

El barrio más antiguo de la ciudad, pleno de misterios por descubrir. Todo es interesante en esa zona donde se cruzan los barrios de San Telmo y Monserrat. Comienza en las proximidades de la Plaza de Mayo, punto central a partir del cual se fue extiendo la ciudad. Forma parte también del casco histórico fundacional de la ciudad, integrando los edificios más antiguos, desde los templos de los siglos XVIII y XIX, casas de fines del siglo XIX, objetos, esquinas y leyendas. Aquí nos dedicaremos a puntualizar lo más importante a tener en cuenta, lo que ningún visitante inquieto debería dejar de conocer en sus bares, en sus anticuarios, en sus mercados, en sus museos y templos, donde la historia hilvana a través de sus construcciones y sus objetos el pasado colonial, el prolífico acerbo de obras europeas, y los símbolos más emblemáticos del tango. Por lo demás sugerimos caminar San Telmo sin tiempo y entregado a vincularse con el pasado y presente de un barrio histórico, artístico y bohemio para no dejar de disfrutar.






Este museo es el reservorio de la historia de la ciudad y está dedicado a la investigación, la conservación y a la difusión de la vida de los porteños a través del “relato de sus usos y costumbres” revelados a través de sus objetos cotidianos. Realiza diversas actividades para tal fin, ofreciendo cursos y conferencias para el público interesado. Desarrolla una importante tarea de investigación y de asesoramiento y se dedica a la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad a través del rescate minucioso de objetos que simbolizan la vida de antaño. Posee una biblioteca especializada en temas vinculados a Buenos Aires, y una colección ecléctica integrada por viejas baldosas, rejas, muebles, fotografías, elementos arquitectónicos, hasta un botón, o una postal, como testimonios vivientes del modo de vivir de los porteños. Se trata de un edificio del siglo XIX de marcadas influencias afrancesadas e italianas que cuenta con un local en planta baja donde funciona la farmacia “La Estrella”, que conserva sus características y el mismo mobiliaro original de principios del siglo pasado. Pertenece al patrimonio del Museo de la Ciudad, pero sigue ejerciendo sus actividades comerciales de farmacia y droguería. En el primer piso se encuentra la vivienda donde funciona la sede principal del museo. Cabe destacar que toda la construcción es parte de un conjunto de edificios de gran valor histórico y patrimonial conformado por los Altos de Elorriaga y la casa de María Josefa Ezcurra, que datan de 1812 y 1830 respectivamente, y que se encuentran en proceso de restauración con el objeto de ser recuperarlos para la actividad museológica. En el año 1970, gracias a la iniciativa de su director y creador, el arquitecto José María Peña, el museo dio creación a la Feria de antigüedades de San Pedro Telmo que se realiza todos los domingos con más de 250 puestos de venta. También gracias a su iniciativa, comenzó a celebrarse la Feria de las Artes los días viernes y domingos en la Plazoleta San Francisco donde se reúnen pintores, escultores y fotógrafos que exhiben sus obras. El museo de la ciudad abre sus puertas al público para visitar su colección y hacer uso de su biblioteca de lunes a domingos en el horario de 10:00 a 18:00 horas.


 Se trata de la iglesia más antigua de la ciudad, y forma parte de la Manzana de las Luces. Obra del jesuita Krauss, y de los italianos Bianchi y Prímoli. Está conformada por una planta en cruz latina, una nave principal y dos laterales, cada una de ellas con cinco capillas y un ábside rectangular. La fachada responde a las influencias barrocas bávaras, impuesta por los jesuitas. Fue testigo de la inauguración de la Universidad de Buenos Aires.




Parque Lezama

 

 Algunos historiadores aseguran que fue en estas barrancas naturales donde Don Pedro de Mendoza realizó el primer asentamiento de la ciudad, tal vez porque se trataba del punto más alto de la costa desde donde podía dominarse toda la vista del Rio de la Plata. Otros son seguidores de la teoría que fue en la Vuelta de Rocha, en el barrio de la Boca. Dicen que en un principio fue llamada “La punta de Santa Catalina”. Lo cierto es el actual Parque Lezama es un lugar con mucha historia. Fue depósito de negros esclavos, luego escenario de una de las batallas de la Primera Invasión Inglesa, emprendida por el General Beresford, y transforma el inglés David MacKinley en una quinta de su propiedad, sobre la cual hizo flamear un a bandera inglesa, que le valió ser llamada popularmente “la quinta de los ingleses”. En 1857 fue adquirida por un comerciante salteño llamado José Gregorio Lezama, quien amplió la propiedad (hoy transformada en Museo Histórico Nacional) y emprendió una importante tarea de cuidado de los árboles y plantas existentes acompañada por una tarea de forestación que le otorgo frondosidad y riqueza por la incorporación de especies exóticas al parque, además de sumarle escalinatas, lagos y glorietas, entre otros detalles que le han otorgado la riqueza y belleza que mantiene en la actualidad. Después de la muerte de Lezama, su viuda, Angela Álzaga, vendió el predio a la Comuna bajo la condición que fuera destinado a un parque público que debía llevar el nombre de su marido. En este parque transcurre gran parte de la obra “Sobre héroes y tumbas” del escritor Ernesto Sábato. Cuenta además con un anfiteatro que tiene capacidad para 6000 personas, donde se llevan a cabo, distintos espectáculos musicales organizados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.















Imágenes de la Cuidad de La Boca, Buenos Aires








Este emblemático barrio debe su nombre a que es precisamente en esta zona en donde se encuentran las bocas del Riachuelo, en donde sus aguas desembocan en el Río de la Plata. Muchos historiadores coinciden en señalar que La Boca es el lugar en donde Pedro de Mendoza fundó la ciudad de Santa María de los Buenos Aires, en 1536. Durante varios años, la boca del Riachuelo fue el puerto natural de Buenos Aires, pero debido a problemas tales como la poca profundidad de las aguas, los bancos de arena y las considerables crecientes y bajantes, entre otros, el puerto se trasladó más hacia el norte de la Ciudad.
Donde hoy se asienta el barrio de La Boca era una zona hostil, pantanosa, desolada y con periódicas inundaciones. Pero, a fines del siglo XIX comenzó a instalarse allí una pujante y creciente comunidad italiana con preponderancia de origen genovés que, poco a poco, fueron dándole vida y personalidad al barrio. Con el tiempo se fueron incorporando otros grupos de inmigrantes, españoles, griegos, alemanes y algunos dispersos grupos de franceses y sajones.
El barrio era un lugar de marineros de paso, con lo cual, se abrieron numerosas pulperías. Los italianos que habitaban el lugar eran cada vez más, hasta que en 1882 un grupo de genoveses firmó un acta que enviaron al rey de Italia comunicándole que habían constituido la República de la Boca. Al enterarse de esta noticia, inmediatamente, el entonces presidente, Julio Argentino Roca hizo quitar la bandera genovesa izada en el lugar y puso fin al conflicto.
La Boca se caracterizó por ser un barrio de habitantes divertidos, ruidosos y melancólicos. Hablaban el dialecto xeneixe, el de los genoveses, como si estuvieran en su tierra. Eran muy trabajadores y solidarios, llegaron a formar numerosas instituciones de apoyo comunitario, editaron diarios y fundaron clubes deportivos y culturales. Dada su gran sensibilidad para el arte, en el barrio han nacido cantores, músicos, poetas y artistas plásticos, muchos de los cuales han ocupado lugares significantes en el sentir popular.
Dentro de sus límites funciona una ejemplar dotación de bomberos voluntarios, muy conocidos y valorados por su gran labor, profesionalismo y trabajo en la comunidad. La mayoría de las casas eran y son de madera y chapa, esto hace que los incendios sean frecuentes y amenazantes. En tal contexto, la tarea de los bomberos fue y es fundamental.
La Boca presenta una particular arquitectura, casas de madera y chapa, ambas con balcones de hierro que aún se conservan por las calles del barrio. Sus fachadas de chapa acanalada se combinan con las carpinterías de madera enriquecida por variadas molduras. Los colores de las casas representan una innumerable variedad que deviene de los sobrantes de pintura que los marineros traían a sus casas, como la pintura era costosa, y la cantidad escasa para pintar toda la vivienda de un mismo color, se aprovechaba hasta la última gota, por lo tanto, se pintaba primero los marcos hasta agotarla, para pasar luego a las paredes y pintar hasta donde alcanzara. Además, las líneas horizontales eran y son una característica de La Boca, largos tablones superpuestos en las casas de madera y la acanaladura de las chapas.

viernes, 11 de mayo de 2012

Curaciones & Tratamientos para Ciertas Enfermedades

Cuadro de Tolousse-Lautrec (1901)
 
En 1889 Augusto Ducrey (1860–1940), dermatólogo italiano descubre el bacilo del chancro blando (1888), en su honor bautizado Hemophylus ducreyii profesor de dermatología en Pisa y Roma. Junto con Tommaso de Amicis y Lodovico Tommasi, conformaban una trilogía de médicos italianos muy destacados en el campo de la dermato-venereología.

A finales de siglo XIX y comienzos del siglo XX las instilaciones uretrales para el tratamiento de enfermedades venéreas se hacían con permanganato de potasio de 1x10.000 a 1x 5.000, dos tratamientos diarios por 15 días y con nitrato de plata al 1x200, con expresiones uretrales, dándose como resultado cuadros de uretritis crónicas con estenosis uretrales, motivo de tratamientos crónicos para todos éstos pacientes. Las dilataciones-expresiones-lavados uretrales, no estaban exentos de ocasionar problemas como estrecheces uretrales, las periuretritis fistulosas y los abscesos periuretrales.


Jeringas de irrigación uretral


Instrumentos que tienen como finalidad producir masajes a la uretra, (masajeador Hidráulico de Janet) diseñado básicamente para la uretra anterior afectada por las enfermedades venéreas tan frecuentes en la época. En 1902 el doctor Albert C. Barnes de Pennsylvania (1872-1952) y Hermann Hille científico alemán, producen el Argyrol® compuesto a base de nitrato de plata, poderoso germicida utilizado como antiséptico y colocado tópicamente en las conjuntivas como profiláctico de la oftalmia neonatorum, utilizado también como antiséptico y astringente especialmente en infecciones de piel y mucosas. En éste último caso se utilizó intrauretral para infecciones uretrales de etiología venérea ocasionando estenosis uretrales crónicas de difícil tratamiento, que condenaba al paciente a dilataciones perennes con sondas metálicas. El descubrimiento de éste producto convirtió al doctor Barnes en multimillonario, utilizando parte de ésa fortuna para la adquisición de obras de arte del período impresionista francés de principios de siglo XX y posteriormente crea en 1922 la Fundación de un Instituto de Apreciación de Arte Pictórico (Barnes Foundation) en la ciudad de Maryland, Estados Unidos de Norteamérica, para promover el avance de la educación y apreciación de las Finas Artes. Barnes nació en un vecindario de obreros de Filadelfia y a los 20 años ya tenía el título de médico de la Universidad de Pennsylvania en Estados Unidos de Norteamérica. Se le llamó en su tiempo el “Medici del siglo XX”, haciendo referencia a la familia Medicis florentina, en especial a Lorenzo de Medicis, mecenas que hizo posible el despunte del espíritu humanista en la cultura occidental, en pleno renacimiento italiano. Estudió también Química y Farmacología en la Universidad de Berlín y en la Universidad de Heidelberg donde conocería al científico alemán Herman Hille, compañero de sus investigaciones y Nitrato de Plata-Argirol® Dr. Albert C. Barnes (1872-1952).

En 1905 el zoólogo prusiano Fritz Schaudinn (1871-1906) y el médico militar berlinés Erich Hoffmann (1868- 1959) descubren que el agente causal de la sífilis el Treponema pallidum. hasta ése momento una de las más penosas enfermedades en la historia de la humanidad. Sucedió el dia 3 de marzo de 1905, en la Clínica La Charité de Berlín, siendo muy difícil identificar dicho agente patógeno, ya que era casi transparente y por tanto sólo visible al microscopio mediante contraste de fase.


En la Edad Antigua fueron pocos los médicos que consiguieron prestigio. El arte de curar era un oficio muy peligroso en casi todas las sociedades. El Código de Hammurabi, por ejemplo, establecía el derecho del damnificado a generar al médico el mismo mal que éste no curó en su “paciente” (aunque en realidad el empleo de este término resultaría totalmente incorrecto). Esto significa que si el paciente perdía un miembro debería amputársele el mismo también al médico.
En la Edad Media, mientras la medicina avanzaba en el Asia Menor - fundamentalmente de la mano del maestro Ibn Sina (también conocido como Aviscena)- en Europa se restringía a la prácticas de amputaciones, extracciones de dientes y sangrías. Antes que un modelo de atención centrado en la curación regía un modelo higienista. El Estado fijaba “necesidades” de salud pública, pero no existía la noción de demanda por bienes y servicios de salud. Por el contrario, las acciones de salud operaban como una policía médica que imponía su voluntad contra la de la población. En Roma, por ejemplo, la inspección irrumpía en los hogares e incautaba alimentos “insanos” y hasta se fijaban cuotas para ingerir grasas y bebidas.
La noción de necesidad surge de la mano de un sanitarismo que fue anterior a la figura del médico como profesional liberal que vende servicios. En los periódicos y revistas de principios del siglo XX se satirizaba su imagen mostrando cómo forzaban a la gente a vacunarse y realizar controles y diagnósticos.
Este concepto de necesidad era aún muy sesgado. Antes de la Revolución Industrial se pensaba que las influencias ambientales y climáticas eran los condicionantes más importantes de las necesidades de salud. Sólo a mediados del siglo XVIII, en Inglaterra primero y luego en Francia y Alemania, se comenzó a percibir la importancia de¡ ambiente socioeconómico en la distribución de las enfermedades.

Datos Históricos de la Historia: "Las Rositas"

La historia del libro " Las Rositas " , fué escrito por la escritora Graciela Cabal (1992). Es una Novela que reúne historias de familías de antes, situaciones cotidianas, a principios del siglo XX .